● Something ●

Mi falta de raciocinio había llegado a tope, había seguido al tal Syd para al fin dar con la casa de María... y sí, ahí estaban ambos, hablando en la puerta de su casa; él había decidido seguir, pero mis esperanzas fueron completamente derrocadas al ver que María lo detuvo, lo abrazó y él se entregó plenamente al aroma de su cabello. Aferrado al volante de mi auto intenté no mirar más. Él se fue, ella entró a su casa... Cuando Barrett se marchó, me acerqué a la casa de María y en la acera contraria me quedé estacionado, mirando su nuevo y hermoso hogar con un estilo tan propio de ella. Perdí la noción del tiempo, la lluvia había comenzado a caer y yo seguía pensando en todo lo ocurrido, pensaba en María y en mi corazón roto... pensaba en María enamorada de alguien más. Derrotado y evitándome salir del auto, puse éste en marcha y conduje hasta mi casa, que ahora era oscura, solitaria, vacía; al estar dentro de ella me quedé de pie en medio pensando en nada cuando de pronto la

-No creas que necesito ayuda, Harrison, no me asustas- contestó un irritado Barrett, George se soltó de Ringo y corrió hasta Barrett, no lo tomó ni de la camisa, llegó directo a golpearlo; Syd se tambaleó un poco pero respondió pronto a la agresión. Ambos bandos de amigos intervinieron... Yo me moría de vergüenza dentro del auto de Syd y como no estaba dispuesta a ver algo semejante, bajé del auto y caminé hasta la salida del lugar, Delilah me siguió corriendo, ambas tomamos un taxi para llegar a mi hogar. Syd y George se detuvieron al instante de verme partir, observaron con detenimiento al taxi alejarse y John procedió a abrazar a George, Paul lo tomó del brazo y Ringo lo hizo caminar al interior. -Acepta que ya no te ama- rompió el silencio Barrett, Rick lo tomó del hombro para que no fuera hasta George, pero George fue hasta él. -Te advierto, maldito imbécil, que si me entero que le haces daño, de cualquier forma posible, prometo que iré a romperte la cara ¿entien

Tenía el ceño fruncido y yo seguía helada, sintiendo el miedo apoderarse de mí, no un miedo a George precisamente, sino a las emociones que implicaban estar frente a él de nueva cuenta después de todo. -¿Qué demonios María?- dijo George molesto -... -Háblame, responde. ¿Dónde has estado? ¿Por qué te fuiste?... Su voz se hacía eco en mi confundida mente, su desesperación presionaba mis brazos a través de sus manos. -George... no tengo nada que decir y no creo que debamos hablar- contesté intentando encontrar palabras que dieran sentido a lo que intentaba decir -María lo que sea que hayas pensado no fue cierto, yo jamás... -George ¿no crees que ya has hecho suficiente daño?- se interpuso Syd entre nosotros -¿Quién demonios eres tú? -Syd Barrett -Bien, Syd, no interfieras en asuntos ajenos a ti -Me conciernen más de lo que te imaginas- George sobresaltó la mirada, volteó a verme. -Entonces es por él- sentenció -Es por mí George -¿Qué quieres decir