"Natural Affair" Pt. I

El siguiente texto no es una continuación y/o final alternativo de la historia de este blog (Something), pese a ello se incluyen algunos personajes y escenarios relacionados con el fic. Esto es sólo un texto cuya intención principal era un "One-shot", pero la extensión de éste no permite que sea llamado o visto como tal.  El motivo que me lleva a escribir y publicar esta breve historia (o relato) es sólo por entretenimiento y por retomar cierto acontecimiento de ambos protagonistas que quedó pendiente en algún capítulo escrito.
Sin más espero que lo disfruten y sea de su total agrado.
Por cierto estará dividido en dos partes por la extensión comentada.

***

18 de Abril de 1970

Aquel día era sábado, el clima era asfixiante por tratarse de la primavera en Londres; si bien las primaveras son menos sofocantes que los veranos, ese día en particular era asfixiante por la situación que un pequeño, pero no menos importante número de personas, atravesaba.
Habían pasado sólo ocho días desde que la caída de un grande se había suscitado y, con grande, puede uno bien referirse a una especie de “cuarto Reich” en la historia de la humanidad, pero llevándolo a un ámbito mediático y menos desastroso; ¿la situación? La banda más grande de los tiempos contemporáneos se había disuelto: The Beatles.
Haciendo remembranza, había sido el diez de abril en que Paul McCartney había dado una entrevista cuyas preguntas fueron planeadas por él, entre las cuales se cuestionaba el futuro de la banda como una unión, a lo que él contestó, que The Beatles ya no tocarían juntos. Ya no lo harían más. Si bien era un acontecimiento que más de uno esperaba desde hacía más o menos, cuatro años atrás, la ruptura al fin se hacía pública a través de la persona menos esperada.
A todos los que trabajaban o bien colaboraban con la banda les cayó como un balde de agua fría el saber que “el sueño había terminado”; entre todos esos partícipes de la historia más alucinante e influyente de la cultura pop, se encontraban ingenieros de audio, músicos de sesión, arreglistas, productores, publicistas, abogados, secretarias y fotógrafos. Y entre toda esa legión a menor escala de manos artísticamente divinas, se encontraban las de la eterna acompañante: María Monroe.



Narra María:
Todos en la vida… o quizá sólo los jóvenes, sentíamos que el mundo se caía a pedazos; la nueva década iba apenas en su cuarto mes y la humanidad se quedaba sin una de sus bandas más queridas, creativas e idolatradas.
Parecía que la dorada década de los ’60 se convertiría en aquel viejo amor que nunca olvidas por lo magnifico que fue.
La separación de los Beatles era algo que todos veíamos venir desde años atrás, sabíamos que el futuro de la banda pendía de un hilo y sólo era cuestión de que una gran bomba egocéntrica explotase para que las ruinas de aquella legendaria banda se resquebrajaran.
Ese diez de abril en específico estaba en casa ordenando algunas cajas pues planeaba una nueva mudanza a un lugar más pequeño y adecuado; escuchaba la radio cuando McCartney hizo tal declaración: los Beatles no tocarían juntos de nuevo. Si bien con anterioridad Ringo había dejado por un par de semanas a la banda, George lo había expresado en incontables ocasiones y John, había hecho un comentario drástico y de mal gusto pidiendo un “divorcio” de la banda, tal y como su divorcio de Cynthia, sabía que el hecho de que Paul lo hiciera público significaba que no había vuelta atrás.
Todos los involucrados sabíamos que aquella declaración que era más bien una decisión definitiva, derivaría en un sinfín de cosas, tales como el alboroto mundial de los y las fans (siendo las últimas las que más nos preocupaban), la pérdida de un fuerte de la entrada capital a los estudios Abbey Road, así como para Apple records; sin omitir, desde luego, los despidos de varios colaboradores en distintos rubros que trabajaban con la banda. Si bien algunos, en los que me incluyo, podíamos librar la caída al tener otras fuentes bastante seguras de trabajo, había otros que habían dedicado su vida entera a la agrupación.
Pese a que yo no me encontraba en esa lamentable situación, no podía evitar el creciente vacío dentro de mí, pues por allá volaban los mejores y más apasionados años de mi vida sin ser yo una anciana.

Lo siguiente que hice fue salir al patio trasero, encender un cigarrillo y dejar que la tarde fluyera como debía darse todo proceso en la vida. Entonces mi teléfono sonó.

-¿Sí?
-María, hola, soy…
-Sofía… ¿hasta cuándo seguirás pensando que cuando llamas no sé que se trata de ti?
-Ese no es el punto ahora ¿has visto las noticias?
-He visto, escuchado y leído las noticias y en todas ellas aparece tu marido dando fin a la banda que lo hizo millonario.
-John está furioso…
-Todos lo están…
-¿Incluso tú?
-No, yo no… sin embargo me es inevitable pensar que Paulito el chulo hizo un buen uso de publicidad con esa bomba mediática.
-¿A qué te refieres?- preguntó molesta
-Después de que Ringo le pidiera amablemente que no lanzara su disco solista debut, para que no se empalmara con el lanzamiento de “Let it be”, dando por su puesto una rotunda negativa, que ahora esté presentándose ante los medios y dé por terminada toda relación y existencia de la banda, me parece una acción bastante oportunista.- Fui franca y hubo un silencio incómodo.
-Honestamente… creo que todos están siendo injustos con Paul, alguien debía ser el valiente en dar a conocer la noticia; ambas sabemos que ellos no tienen relación laboral o personal alguna desde hace más de tres meses, sólo hacía falta que se oficializara y él fue quien decidió jugársela.
-Claro, tenemos un héroe…
-Sé que no te haré cambiar de opinión y no me importa mucho, lo que sí me importa es saber si tú estás preparada para lo que viene, ya que sin temor a equivocarme, aún tenías un contrato con ellos.
-Sí, se supone que tanto la banda, como los colaboradores, habíamos firmado un contrato que se extendería hasta el ’76; lo que ahora supone que se nos dé a todos una liquidación bastante jugosa.
-Fueron diez años a su lado, seguramente te darán millones…
-Fueron más de diez años a su lado como amiga, Sofi, como su empleada, fueron cuando mucho cinco… sinceramente no recuerdo muy bien. Sólo estoy esperando la dichosa llamada en la cual soliciten mi presencia en los estudios para firmar y recibir mi cheque.
-Si necesitas algo…
-Estaré bien, en serio, acabo de firmar un contrato como fotógrafa de David Bowie… he ganado más que dinero- contesté riendo y ella parecía más relajada.
-Bien, aun con tu buen humor, quiero que me llames sólo para saber cómo concluye tu caso y también para saber cuándo te mudas.
-Claro, cuenta con ello. Cuídate Sofi…
-Tú igual María. Adiós.

Después de cinco días recibí la llamada de McCartney a quien le pedí amablemente que dejara atrás las disculpas, las explicaciones y los lamentos fingidos, era una verdad nada discreta, que los cuatro ahora se sentían libres de toda presión y que cada uno de ellos se había enfocado en su totalidad, a sus proyectos musicales en solitario.

Así, llegado el 18 de abril, salí de mi nuevo departamento (un tanto lujoso) con dirección a los estudios Abbey Road; decidí tomar un taxi sin pensar que algunas de mis pertenencias estaban en una pequeña oficina que se me había asignado a petición de los mismos Beatles.
Al llegar tuve una bienvenida un poco triste al ver cómo muchos de mis conocidos salían con un semblante decaído, algunos guardaban su cheque con pesar, ya que sin importar la cantidad, había algo más importante que nos hacía desear que todo fuera un berrinche más de aquellos cuatro niños disfrazados de adultos. Pero no, esta vez no era así.
Otros administrativos salían con sus cajas y las acomodaban en sus autos, incluso las chicas que habían fungido como presidentas del club de fans durante los años más fuertes de la “Beatlemanía”, habían recibido una buena remuneración por sus leales servicios. Freda fue la encargada de recibirnos a todos, hacernos firmar, entregar la liquidación y recibir las llaves de quienes teníamos oficinas. Ambas estábamos claramente afectadas y yo pensaba qué sería de la eterna y carismática secretaria del cuarteto de Liverpool, ahora que todo llegaba a su fin. Ella se mantenía optimista.



-Debo ir por algunas de mis pertenencias que han quedado en la oficina- le dije antes de que me entregara mi liquidación.
-Oh es cierto, permíteme acompañarte- estaba por hacer una broma inocente, pero pasé de ello al notar que sólo quería tener un momento más conmigo en aquel lugar.

Conforme avanzábamos nos acercábamos al pasillo de las cabinas de grabación, ya que mi pequeño nido de creación se encontraba al fondo de éstas, pues lo Beatles tenían mayor facilidad de correr hasta ahí para distraerme y pedirme que fuera a escuchar “la cosa más brillante que habrían creado”, una y otra vez. Todas las puertas estaban abiertas y las cabinas estaban vacías, salvo una, cuya puerta estaba cerrada con recelo y las luces del interior se encontraban encendidas, cosa que llamó mi atención y que para Freda no fue indiferente.

-Es George Martin…-dijo en cuanto notó mi extrañeza. La miré con notable confusión.
-¿Está aquí? Pensé que sería el primero en partir… ¿qué hace?- Decidí caminar hasta una de las ventanillas y él se encontraba al fondo, camuflado entre las bases para micrófonos, partituras, uno que otro amplificador y casi a un costado de un piano de cola. Él tenía sobre su cabeza unos grandes audífonos (propios de esas épocas), los cuales sostenía con ambas manos tal vez para envolverse con totalidad en la acústica de lo que sea que estuviera escuchando.
-Me parece que está revisando algunas cintas… él seguirá trabajando para Abbey Road.
-¿De verdad?
-¿Olvidas que quienes no pertenecían a este lugar eran los Beatles, así como todos los que llegamos junto con ellos?- respondió entre risas.
-Es cierto, a veces olvidó que nosotros fuimos los invasores.
Eché un último vistazo a la cabina y Martin no se percataba de nuestras miradas curiosas; al parecer, estaba realmente metido en sus asuntos que desconocía toda situación dada fuera de su entorno.


Continuamos caminando, abrí mi oficina y después de un melancólico suspiro entré; acomodé un par de cajas sobre el escritorio y me llevé los cuadros con los que había decorado, algunas herramientas de trabajo, anotaciones que tenía en pequeñas libretas y una pequeña planta que Harrison me había regalado.
Cuando salimos cerré con llave y entregué a la misma a Freda, ambas nos miramos y sonreímos con cierto pesar. Caminamos de vuelta a la recepción y me entregó mi cheque, estaba por salir, cuando una sorpresiva e inoportuna lluvia cayó de la nada.
Los que habíamos ido con la misma finalidad de recoger nuestras cosas y nuestra paga, nos quedamos al no tener otra opción y de pronto, se había vuelto un pequeño convivio de gente que se estimaba. Pasado cierto tiempo me adentré a los pasillos de los estudios, sabía que en algún momento tendría que volver, no sabía para qué o con quién, pero no haría un drama, además que necesitaba un momento a solas.
Fue en mi nueva vuelta por los pasillos de las cabinas donde anteriormente había visto a Mr. Martin que me detuve un momento al escuchar el abrasador sonido de un piano; como las cabinas tienen aquel tapiz que repercute en la acústica, el volumen de las notas era tenue.
Al asomarme discretamente por la ventanilla donde anteriormente había fisgoneado con Freda, vi a Mr. Martin levantarse y caminar hacia un melotrón donde comenzó a tocar algunas notas intentando con las distintas armonías del instrumento; posteriormente caminó a prisa hasta los auriculares para cerciorarse de algo y hasta ese momento noté su aspecto: Sorpresivamente no llevaba su habitual outift formal, aunque sí una playera tipo polo en color crema, su reloj pulsera que era plano, unos “capri” oscuros y un par de zapatos color costal con agujeta.
Su dorado cabello estaba ligeramente despeinado debido a que no había usado ningún producto como habitualmente lo hacía para lucir un peinado impecable, como era costumbre en él; de hecho la parte de su cabello que peinaba de lado, tenía una ligera caída que lo hacía ver relajado y bastante atractivo. Así que nuevamente estaba ahí, apreciando detalladamente la divina e insuperable belleza de aquel caballero de edad madura y estilo elegante; me causaba un poco de vergüenza no haber superado en todos esos largos años de convivencia, lo que parecía ser un inquebrantable “crush” con George Martin. Pero ¿quién podría salvarse de caer rendido ante una imagen con tanta presencia y gallardía?
De pronto me quedé ahí, recargada en una de las mesas que había cerca y pensaba en que extrañaría  verlo con tanta frecuencia como lo habría hecho de seguir las cosas como antes.
Decidí salir de ahí, pero al parecer estaba tan absorta anteriormente, que jamás me percaté de que George había caminado hasta la puerta, entonces al pretender mi partida, escuché que la puerta se abrió detrás de mí, quedándome unos instantes estática.

-¿María?- le escuché decir. Me giré y al encontrarse nuestras miradas, él sonrió.
-Hola…- respondí tímidamente
-Qué adorable sorpresa verte por aquí… imagino que vienes a…
-La lluvia me detuvo, estaba por irme, he desalojado el área- dije mirando hacia mi oficina y él dejó salir algunas risas por mi comentario.
-Son los inevitables ciclos de vida ¿no es así?
-Así es…- fui breve. –No quiero sonar como una rarita, pero… me percaté de que tocabas algo en el melotrón y me detuve un momento a observar- confesé con un ligero sonrojo.
-¡Ah sí! De hecho estaba por continuar, pero fue en efecto tu figura lo que me hizo salir…
-¿Cómo?
-Sí, vi movimiento aquí y…
-Oh… sí, lo siento…
-No hay problema ¿quieres pasar?- invitó amablemente.
-He dejado a un grupo grande allá afuera y…
-¿Desde cuándo disfrutas de las multitudes?- sonrió
-Lo recuerdas…
-Con bastante claridad. Además…- bajó un poco el tono de su voz, hizo una media sonrisa y se recargó en el marco de la puerta. –No sabemos con exactitud cuándo nos volveremos a ver, creo que… sería reconfortante para ambos un poco de compañía del uno con el otro en esta suerte de intimidad.-
Era oficial: mis rodillas temblaron un poco y un calor bochornoso comenzó a cubrir mi cuerpo.
-Estoy de acuerdo ¿pasamos?- Él sonrió, me cedió el paso y cerró la puerta de la cabina; me condujo hasta donde anteriormente estaba, me cedió una silla y frente ésta puso una para él.

-¿Qué escuchas?- quise saber al fin
-Esto…- cuidadosamente me puso los auriculares, los sostuve y reprodujo la cinta. Era “Strawberry fields forever”. Sonreí acompañando el gesto con una tenue mueca que delataba confusión.
-Es una de mis favoritas y creo que mi sed de catarsis me llevó a escuchar esta melodía como medio de sanación.
-Vaya… no pudo haber mejor elección… creo.- dije entregándole los auriculares; los puso a un lado y se puso cómodo.
-De manera personal lo es. Tengo un buen recuerdo de la primera vez que escuché esta canción ya terminada, aquel día me invadió un sentimiento hermoso que evocaba en un mismo tiempo la nostalgia, la melancolía y el amor. Creo que bastante tuvo que ver que John se sintiera así en aquel entonces; ahora que paso por momentos extraños en mi vida, lo entiendo mejor a través de esta canción. Y claro, también pienso en esos días y en los muchachos de entonces-
George estaba notoriamente sensible, además de que su madurez le daba el regalo de la apreciación en todo aspecto de la existencia humana.
-No puedo estar más de acuerdo contigo en cuanto el sentimiento- dije sin mirarlo y suspirando.
-Estos han sido tiempos difíciles para todos ¿no crees? Y es aún más extraño que parezca que el vínculo que tenemos todos, parezca llevar consigo una ola de momentos raros y un poco oscuros al unísono, por llamarlo de alguna manera.
-Bastante extraño, bien lo has dicho.- respondí. Él hablaba, obviamente, de su reciente divorcio, pues a finales del ’69, culminó todo trámite legal de su separación; en cuanto a mí, en aquellos mismos meses del mismo año, había perdido a una de mis amigas cercanas de la manera más surreal, trágica y espantosa posible: Sharon Tate. Algunos pensábamos que con los ’60, se habían ido personas y cosas importantes que no volverían jamás.
Aunado a eso, estaba la muy mencionada separación de la banda y por ende, de nuestro vínculo más cercano y duradero.
-Entonces…-quise cambiar el rumbo de la conversación –Tú intentabas tocar la melodía…
-Sí, pero tenía que reconocer el tono que debía usar en el melotrón.
-Creo que sé cuál es- me levanté sonriente, moví un par de cosas y comencé a tocar. Él sonrió porque yo lo había conseguido. -¿Quieres intentarlo?
-Desde luego.- tomó asiento frente al melotrón y yo acomodé mi silla del otro lado para quedar cara a cara, como si estuviéramos sentados uno frente al otro.
Comenzó a tocar y ambos compartimos la dicha de la melancolía, y yo observaba el movimiento de las cuerdas, las llaves y sus manos que con el más delicado de los tactos, daban la presión  necesaria para que aquella melodía fluyera.
-Siento que falta algo…- se detuvo abruptamente
-Comienza de nuevo- sugerí
-¿Por qué? ¿Lo he hecho mal?
-Sólo hazlo- sonreí y él me obedeció. Comenzó la melodía de nueva cuenta y después de las notas de introducción, comencé a cantar la letra de la entrañable canción.

Él no lo esperaba, pero sonrió ampliamente contagiándome ese adorable gesto, así que ambos nos sonreíamos. Terminamos la canción y él se levantó a prisa hacia la zona de control, movió unas cosas por ahí y otras por allá y volvió; antes de todo eso, me pidió que no me levantara.

-¿Podrías cantarla de nuevo?
-Espera, tú…
-Sí, quiero grabarla
-¿Para qué?- pregunté aterrada
-Señorita Monroe- dijo en seguida y de pronto recordé cuando ambos nos hablábamos propiamente de “usted”. –Nunca me había permitido el placer de escucharla cantar y el hacerlo al fin me ha encantado…
-George…
-Sólo una toma, por favor- entendí que todo eso era necesario para ambos, además de que no teníamos nada mejor que hacer.
-Está bien.- sonreímos de nuevo y comenzamos la canción que replicamos de principio a fin.
-Sublime- dijo al terminar, se levantó, apagó los micrófonos y volvió al lugar.
-¿Sabes…?- inicié levantándome de mi asiento –Siempre quise saber cómo funcionaban las cosas ahí adentro, me refiero a la zona de controles.
-Nunca es tarde para aprender- dijo asomado por la puerta y con un ademán me invitó a pasar. Él me explicó con paciencia y a grandes rasgos, cómo era que funcionaba aquel gran cerebro; me permitió oprimir botones, grabar algunas cosas y escuchar algunos trabajos que tenía pendientes.
Posteriormente hablamos del trabajo de edición y mi atención estaba totalmente puesta en él.
Sin duda era un hombre con amplios conocimientos en la producción y todavía más en la música; me contó como dejó su puesto militar como aviador cuando la Segunda Guerra Mundial, para volver a su natal Londres para dedicarse a la producción de cintas de música orquestal y algunos demos de parodias y más comicidad.
Agradecí en esos momentos que olvidara todo asunto militar, de lo contrario tal vez habríamos perdido a una joya de la música moderna.
Estaba fascinada, más de lo que ya estaba, antes era sólo por cuestiones superficiales, pero ahora no encontraba un ápice de imperfección en tal hombre; de pronto me descubrí preguntándome, por qué razón, aquel adorable e interesante hombre, se habría interesado en la compañía de una joven simplona como yo (era así como me sentía en ese momento).
A mi memoria llegó el recuerdo de la noche en que él me encontró en los estudios trabajando arduamente en las fotografías que debía entregar a la banda; yo estaba saliendo de una ruptura amorosa y él me dedicó el tiempo y la atención necesaria para poder sobrellevar la situación. Me acompañó hasta mi casa, cenamos, bebimos, bailamos y… se fue, pero en la despedida se asomaron algunos intereses que por parte de ambos parecían estar ocultos, como también quedaron cosas inconclusas y muy en el aire.
¿Por qué esa noche actuó como si su interés por mí trascendiera de lo profesional y lo amistoso?, ¿habría sido el alcohol? Nunca lo supe y ahora estaba de nuevo sumergida en mis cavilaciones.

-¿Qué piensas?- me distrajo y al mirarlo, noté que recogía algunas cosas.
-Pienso que… eres un hombre bastante admirable, brillante y en demasía modesto- él soltó a reírse por mis halagos, ya que nunca creyó que fuera un genio ni aceptó ser llamado el “verdadero quinto beatle”.
-¿Modesto?
-Sí. Puliste cada canción de los chicos, les enseñaste cuánto en tus manos estuvo sobre la música, la producción y edición. Los hiciste expandir sus horizontes artísticos y siempre aceptaste de buena manera sus locas e irreverentes propuestas. ¡Incluso sus altanerías!
-Qué buena memoria tienes, además de ser una buena observadora- continuaba divertido.
-Es verdad y lo sabes. Siempre recibiste la paga de empleado a Abbey Road, que aunque no era nada despreciable, nunca buscaste la gloria ni los reflectores, siempre tu mejor paga era escuchar el resultado final y percatarte de las maravillas que eran. Siempre te conformabas con saber que habían salido bien las cosas y que a todos les agradara lo que escuchaban. Algún día quisiera ser como tú.-
George continuaba a las grandes risas, tenía un ligero sonrojo pero era evidente la satisfacción que mi reseña  que le había hecho de su vida laboral, así como su modesto y brillante papel con la banda le había causado.
-María, que no te dediques a las mismas cosas que yo no te hace menos interesante…
-Vamos…
-En serio…
-Pero…
-Permíteme hablar- yo cedí y él sonrió. –Eres más leal y modesta que yo. Siempre odiaste los reflectores que te buscaban en nombre de la banda, hasta donde recuerdo comenzaste a aceptarte como figura pública hasta que tu trabajo fue reconocido de manera independiente.
-Eso…
-Tienes talento, determinación y hay un gran trabajo que respalda mi argumento, además del largo historial de músicos, cineastas y revistas con quienes has trabajado, que se encuentran muy satisfechos con tus creaciones. Tus dotes artísticos son varios y bien definidos y… si a eso le aunamos tus tantas otras cualidades personales, descubriremos que María Monroe es una estrella de pies a cabeza.
-Entiendo cómo te hice sentir y lo siento- ambos reímos.
-María…-dijo sonriendo y mirándome profundamente; de pronto me percaté de que la lluvia había cesado.
-Creo que debería volver con los demás, no quisiera que vinieran a romper con la armonía de este lugar…
-Te acompaño.-

Ambos salimos de la cabina y caminamos en silencio hasta la recepción donde todos se sorprendieron con la presencia de George; Freda caminó hasta nosotros y nos ofreció algunas bebidas que habían quedado guardadas por algún recóndito lugar de los estudios, después de no sé cuántas borracheras efectuadas ahí. Él y yo nos miramos y sonreímos ya que no era nuestro plan permanecer ahí debido a que ambos evitábamos un poco a la gente: él por ser bastante reservado y yo porque era introvertida y había dejado las reuniones hace mucho tiempo atrás.
Intentamos adaptarnos a cualquiera de las charlas que tenían y permanecíamos juntos para dónde fuera que la gente nos llevara.

-María, supe que recientemente estás involucrada con Bruno Ganz- comentó un chico cuyo nombre no recuerdo, mismo que se dedicaba a escribir para la “Mersey beat”.
-Oh claro- afirmé y curiosamente, George Martin interrumpió la degustación de su bebida al escucharme.
-¿Estás en…?
-Woo, woo… esperen, no es lo que piensan. Sí, estoy involucrada con él pero de manera meramente laboral; escribiré un reportaje sobre sus recientes trabajos en teatro y al pedirme que capture cuanto pueda de la esencia “Ganz”, he tenido que pasar tiempo con él durante su preparación histriónica- expliqué y todos tenían ahora un nuevo semblante.

Martin y yo nos quedamos un breve segundo a solas, así que después de terminar su bebida, se animó a hablar.


-Creí que estabas en una nueva relación- comento sonrojado por lo que aquel muchacho le había hecho creer.
-No- respondí riendo –como dije, todo es laboral. Si bien Bruno es un sujeto excepcional, de atractivo peculiar, no hemos trascendido a ese plano.
-Entiendo, pero fuera de eso ¿tú estás saliendo con…?
-¡María!- interrumpió el saludo de un entusiasta Neil Aspinall
-Neil, qué gusto verte…
-George ¿Qué tal? No esperaba encontrarte por aquí- saludó el muchacho sin percatarse de la expresión de Mr. Martin, la cual delataba lo evidentemente inoportuna que había sido su llegada.
-Lo mismo digo, muchacho.
-¿Interrumpí algo?- preguntó
-Oh… Creo que George estaba por preguntarme algo- respondí y ambos lo miramos.
-No es algo relevante, yo…
-Mr. Martin…-interrumpieron de nuevo. Esta vez fue Freda.
-¿Qué sucede?- atendió un poco irritado.
-Alguien lo busca del otro lado de la sala…-ambos voltearon haciendo que Neil y yo siguiéramos el curso de sus miradas; del otro lado se encontraba Judy Lockhart-Smith, la asistente personal de Martin.

Tenía conocimiento de que Judy estaba perdidamente enamorada de él, por lo cual, aprovechaba cada oportunidad que se le presentara para estar a solas con Martin, aceptando de inmediato cuando se le invitó a ser su secretaria o bien, asistente. Como George estaba casado prefería mantener aquella relación en un plano laboral, aunque mucho se rumoreaba sobre un “affair” de oficina entre ese par.
Martin suspiró un poco resignado de ser interrumpido tantas veces, dejando al final que la tarde fluyera; caminó hasta la chica y ésta le pidió privacidad, él la invitó a la sala contigua y yo sólo mordía mi labio inferior.
A sabiendas de los rumores y la apasionada insistencia de Judy, opté por dar como perdida lo que pudo ser una segunda oportunidad con el “quinto beatle” y decidí continuar charlando con Neil, un amigo muy querido al que tenía bastante tiempo de no ver.
Después de una hora Judy y George volvieron a donde nosotros, él estaba serio y ella parecía un poco inconforme, no quise husmear más en asuntos ajenos y de los cuales realmente no quería conocer qué había detrás.
Permanecieron cerca de un grupo que se encontraba del otro extremo de la sala –que no era muy grande- y yo continuaba platicando animosamente con Neil; ambos reíamos y bebíamos. De vez en cuando echaba miradas hacia el otro extremo de la sala donde Martin se encontraba y notaba que él también me miraba, iniciando así un juego de miradas de las cuales, eran las suyas las de mayor insistencia.
Cuando era pillado por mí sólo sonreía un poco y yo correspondía, cuando alguien lo notaba, él sólo retomaba la charla y reía un poco por ser tan evidente que su interés no estaba en las cosas que le contaban.
En cierto momento tuve que ir al baño y Neil me acompañó, le pedí que mientras esperaba afuera detuviera mi bebida y así lo hizo, para posteriormente pedirme el mismo favor. Entonces Martin me abordó.

-Tal vez te sorprenda- decía llegando a mi costado y recargándose en uno de los estantes –Pero no recordaba que ustedes dos fueran tan cercanos.
-Lo somos. De hecho siempre que viajábamos él, Harrison y yo, no sentábamos juntos o cerca para dar rienda suelta a nuestra estupidez- comenté riendo. –incluso fuimos víctimas de las sentencias de Brian.
-¿De verdad?- preguntó divertido e interesado.
-Sí. En una de las tantas veces que veníamos a los estudios para visitar a los chicos, no dejábamos de distraerlos, entonces Brian nos pidió que saliéramos de la cabina y después de aproximadamente hora y media, salió para hablar con nosotros; dijo que de continuar así no nos permitiría volver a poner un pie en las instalaciones y de hecho, comentó que tú apoyabas su idea… no creí que yo te cayera tan mal- dije con un sonrisa coqueta que él correspondió.
-Ya lo recuerdo, debió suceder en los primeros años de grabación. No es que me desagradaras, sólo me parecías muy inquieta, pero… cuando te veía por aquí no me causabas ninguna molestia.
-¿Ah sí? Ahora has despertado una gran curiosidad en mí…
-¿Cómo cuál?
-¿Qué pensaste tú de mí cuando nos conocimos?
-No creo que haya sido algo tan relevante, quizá te defraude- comentó sonriente. –Pero recuerdo cómo fue creciendo mi percepción sobre ti.- me miraba nuevamente con atención y ambos compartimos un silencio que no era para nada incómodo, parecía más bien una invitación.
-Gracias… -salió Neil interrumpiendo de nueva cuenta, yo sólo me limité a sonreír sin dejar de mirar a Martin y éste sonrió complacido por lo que mis ojos le permitieron leer.
-Creo que es momento de irme…
-¿De verdad? No te vayas, hace mucho que no nos vemos- decía Niel
-Lo sé, pero será en otra ocasión, aún debo llevar esas cosas a casa- dije señalando mi caja.
-Bien, lo entiendo, espero tu llamada- Niel me abrazó y posteriormente me despedí de todos. Buscaba con la mirada a George Martin para despedirme de él y, rendida por no encontrarlo entre la multitud, salí cargando mis cosas sintiéndome un poco decepcionada. Pero al salir, él estaba fumando un cigarrillo recargado en el barandal de las escaleras; al mirarnos sonreímos y se acercó a mí.

-Permíteme ayudarte…- dijo tomando de mis manos ambas cajas y mirando fijamente mis ojos al hacerlo. -¿Lo pondrás en tu auto?- preguntó
-No traje mi auto. Me olvidé por completo de estas cosas y vine en taxi, así que pediré uno…
-Bien, de ser así, permíteme entonces llevarte a tu casa- sugirió sonriente.
-No deberías molestarte, además, ya no vivo donde antes ¿recuerdas?
-Claro que lo recuero- respondió sonriente –bastante bien, a decir verdad- me sonrojé y supe que aquello no estaba siendo una coincidencia ni mera amabilidad.
-Entonces tú…
-Me encantará conocer tu nuevo hogar- sonreímos y caminamos hasta su lujoso auto. Subimos y salió de Abbey Road; ambos le dedicamos un último vistazo por alguna extraña razón, más que la melancolía, tal vez queríamos estar seguros de que nadie más era testigo de aquello.
Eran las seis de la tarde y las avenidas de Londres estaban tranquilas a diferencia de aquel fatídico diez de abril; bajé la ventanilla un poco tal y como él había hecho, el aire estaba templado y en la radio sonaba “Deep Shadows” con Little Ann. Encendí un cigarrillo y contemplaba el entorno con extraña apreciación y George Martin usaba unas gafas oscuras para el solo que sólo lo volvían más atractivo.
Escuché una risita de su parte y al mirarlo con evidente confusión sólo dijo: “Estás muy tranquila”, haciéndome sonreír.

-Eso me parece que tiene otro mensaje como… “también estoy aquí”- respondí.
-Bueno… “También estoy aquí”- replicó y sabía que le encantaba tener mi atención.
-George, tenemos tiempo para charlar- era una directa invitación a no abandonar mi departamento tan pronto –Pero incluso los silencios me gustan contigo- fui un poco más directa y él sólo expresó con cierta picardía el agrado de mi “confianza”. Entonces volvió la vista hacia el semáforo que ya estaba en verde, avanzó y subió el volumen de la música, cosa que nos causó gracia a los dos al interpretarlo como un “de acuerdo, hagamos el silencio entonces”.




***

Decidí publicar aquí este contenido porque se me hacía demasiado crear un nuevo espacio para esta publicación. Después de unos días escribiéndolo y varios meses sin publicar nada, espero que al menos la espera ( si es que había alguna) valga la pena; si les pareció interesante, prometo que mejorará y además la intensidad de la evidente "tensión" irá creciendo.
El título de esta primera parte está inspirado en el nombre de una canción de la banda llamada "The Growlers" (sólo el título).
Agradezco sus comentarios, ya saben que pueden hacer todo tipo de expresiones, preguntas y demás cosas, aquí se ejerce el libre albedrío jajaja.
Pasen buena noche y prometo volver pronto.

P.D. Quiero puntualizar la dedicatoria de esta publicación a mi estimada Miss Roquet. Sé que en días recientes parece perseguirte una mala racha que quizá provenga del estrés y esos extraños e involuntarios "auto-saboteos"; quiero recordarte mi empatía en esto de la dificultad de los tiempos modernos y las chambas infernales, ojalá que esta publicación te dé un poco de ánimos o al menos te ayude a sobrellevar esta semana. Ya sabes, juntas en las desgracias y la enfermedad (mental) jajajaja.



Comentarios

  1. JAJAJAJAJAJAJAJA weeeeeey lo mas cruel de todo esto es que me cortaste bien chingón la inspiración y emoción de madrazo jajajajajaja pero es tu estilo, hija de Thanos 🤣🤣🤣🤣. Muchas gracias Miss F por publicar esta primera parte fel One shot (más bien mini historia) que la neta ya tenía muchas ansias de leer. Me imagino al Martin como lo describes, menos formal, medio despeinado, y puta madre 🌊🌊🌊🌊.

    Siento toda la tensión entre esos 2 y ya quiero que se den como si estuvieran en una piñata JAJAJAJAJAJAJA ¡Con todo! Porque lo merecen ambos y sé que será buen consuelo con la reciente disolución de sus Beatles adorados.

    Pd. Paul pussy como siempre el cabrón, y me gusta esa foto de ellos en los escalones de EMI, nunca la había visto y menos que salía Linda allí.

    Pd2. Este es mi nuevo perfil y el administrador de todas mis historias (porque no quería relacionar mi correo central con estas cosas... Porque soy pendeja y siempre usé ese email JAJAJAJAJAJA).

    Muchas gracias Miss F. Definitivamente ha sido un buen aderezo para este día y semana en general, culeras. ❤️❤️❤️❤️

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

"Strange Effect" Pt. II

Yellos Submarine...#58O (Doble cap.)