"Strange Effect" Pt. II
Cuando llegamos al edificio donde se
encontraba mi departamento, ayudé con una de las cajas, entramos y tomamos el
ascensor de aspecto antiguo; mi nuevo hogar se encontraba en uno de los más
antiguos edificios de la ciudad, datando desde épocas victorianas y siendo
restaurado a principios de los años ’60.
Mientras íbamos en el ascensor no
dejamos de mirarnos. Caminamos hasta la puerta de mi departamento y entramos
con cuidado para no tirar nada de lo que contenían las cajas; pusimos ambas en
sobre una mesa que estaba cerca de la sala y él comenzó a echar un vistazo por
todo el lugar.
-Vaya… es encantador- dijo con cierto
asombro
-Eso suena a que no esperabas encontrar
algo así ¿dudas de mi buen gusto?
-No lo habría hecho de no haber conocido
a los chicos con los que has salido- respondió sonriente y presumido causándome
fuertes risas.
-Bueno, son etapas… éramos jóvenes-
respondí acercándome a él.
-Hay ciertas cosas que los jóvenes no
pueden conseguir…
-¿Quieres una bebida?- ofrecí
-Me encantaría- contestó.
Caminé hacia el mini bar y pude ver cómo
observaba la avenida trasera por uno de los ventanales.
-Las nubes tiene un color rojizo muy
bonito… ¿qué hora es?
-Las siete ¿por qué?- me detuve cuando
estaba por servir las bebidas.
-Lo había olvidado- dijo cambiando de
semblante y caminando hacia a mí
-¿Qué cosa?
-Me ofrecí muy amablemente a enviar un
telegrama a la familia de Brian en horario puntual.
-¿A qué hora?
-A las siete- contestó un poco
preocupado –Tengo la vaga esperanza de haberlo dejado en el auto…
-¿Vamos?
Ambos salimos a toda prisa a su auto
para buscar por todos los rincones posibles aquel telegrama, sin tener éxito.
Nos recargamos en la cajuela y él continuaba abstraído, intentando recordar
dónde lo había dejado.
-Maldición- recordó
-¿Qué?
-Lo dejé en casa… sobre el escritorio de
mi biblioteca…
-¿Tienes una biblioteca?- pregunté
ignorando lo demás
-Tengo muchas cosas- respondió sonriente
-Bien, no se diga más…- caminé hacia la
puerta de copiloto
-¿Qué cosa…?
-Vamos a tu casa- respondí sonriente y
él no lo pensó.
Ahora íbamos camino a casa de George con
el propósito de encontrar un telegrama que posiblemente no sería enviado, al
menos no esa noche con nosotros dos juntos.
Si bien tenía intenciones de ayudarlo,
también tenía una gran curiosidad por conocer su casa, cómo era, dónde estaba y
así conocer la intimidad de aquel misterioso y galante hombre.
Al llegar abrió la cochera, estacionó el
auto y cerró la misma con un pequeño control remoto.
-Ni Batman se da esos lujos- dije
bromista.
-Vamos…- me cedió el paso y si la casa
era bonita y elegante por fuera, por dentro lo era aún más.
No era una casa de grandes dimensiones,
pero era una casa adecuada para él, con los espacios requeridos y el aspecto
más sobrio que se pudiera imaginar.
Nos dirigimos hacia la pequeña biblioteca
que tenía en esa elegante casa y tomó el telegrama, abrió otros sobres para
cerciorarse de que todo estuviera en orden y me descubrió viendo algunas de las
fotografías que tenía en aquella habitación acogedora; la vista daba a su patio
trasero y grandes ventanas daban la iluminación necesaria al lugar.
-Demonios- expresé mientras observaba
realmente absorta una de sus fotografías.
-¿Qué pasa?- se acercó curioso hasta
donde estaba sólo para detenerse a mirar la misma foto que había captado mi atención.
-George… éste… ¿eres tú?- pregunté sin
quitar la vista ni un segundo del retrato.
-Sí. Es un retrato que me hicieron
durante mi estancia en el servicio militar: ese era uno de los uniformes que
debíamos portar.
-Wow… ¿qué edad tenías?
-Creo que ni siquiera cumplía los
veinte… lamento mi imprecisión pero entenderás que fue hace muchos años. Pero…
¿por qué pareces tan sorprendida? No te molestará saber que serví a la milicia
británica ¿o sí?
-No George, eso ya lo sabía… y pienso
que es una fortuna que nunca hayas tenido que entrar en combate… es sólo que…
-¿Qué?- intentaba encontrar mi mirada
-Yo… jamás pensé que tú pudieras verte
más atractivo- solté de golpe provocándole las más divertidas carcajadas.
-Me habías preocupado, niña.
-¡Es en serio! George, luces tan…
jodidamente atractivo. Exijo que me regales esa foto.
-No lo creo…
-Vamos…
-Déjame entender… ¿Es que ahora no te
dan más ganas de observarme? ¿Preferirás observar todo el tiempo un viejo
retrato mío?- apoyó su codo en el borde donde se encontraban las fotografías y
rompió su distancia conmigo.
-Desde luego que no… pero… es hermosa…
-Me has hecho sentir viejo
-Tú mismo acabas de llamarme “niña”, la
culpa no ha sido toda mía… ¿o sí?- pregunté nuevamente de forma coqueta,
jugando con los botones de su playera tipo polo.
-¿Quieres una bebida?
-Por favor…-
Me invitó una de sus mejores botellas de
vino, escuchamos a Otis Redding y la noche fluyó amenamente entre charlas de
diversos temas y la preparación de bocadillos, cortesía del mismo Martin.
Para mí era como vivir un sueño
adolescente en el que te encuentras con un verdadero caballero al que
sorpresivamente has inspirado casi por mera suerte, llevándote a una velada de
ensueño. Sin embargo, no me conformaría sólo con eso.
-Entonces… dices que tu percepción sobre
mí cambió con el paso del tiempo…
-Así es
-¿Quisieras explicarme?
-María, cuando te conocí…- me miró y
soltó una risa traviesa –Espero que no te molestes, pero al verte ahí, con los
chicos supe que no sería sencillo…
-¿A qué te refieres?
-Tenías… ¿21? Ellos eran igual de
jóvenes que tú, eran demasiado revoltosos y un poco locos
-¿Un poco?
-Bastante locos- agregó riendo –Y tú
tenías esa cara adorable y ojos brillantes llenos de curiosidad. Pensé que tal
vez estarías preguntando en todo momento para qué sirve “esto o aquello”-
contaba riendo y yo me reí junto con él.
-Entonces fue eso…
-Sí, además tenías pinta de ser muy
inquieta y vaya que lo eras.
-¿Por qué al principio no me dirigías la
palabra? Sólo me saludabas y ya. Brian a veces platicaba conmigo por aquel
entonces, pero tú pasabas de mí.
-Honestamente no creí que tuviéramos
algo de qué charlar dado a que eras amiga de los chicos y yo sólo el productor.
-¿No te agradaba?
-Ya te dije que nunca me desagradaste,
al contrario, me parecías una niña adorable que podía ser más consciente,
sensata y tranquila que todos ellos; me causaba cierta alegría tu visita a los
estudios porque siempre has tenido una sonrisa contagiosa. Cuando sabía que
llegabas no me provocaba nada, pero al verte sonreír le hacías a más de uno,
olvidar que tenía un mal día.
-Eso es lindo viniendo de ti
-La linda eras tú, en cierta forma me
gustaba tenerte ahí haciendo travesuras con los demás. Me parecías una
jovencita encantadora.
-O sea que ya no lo soy- fingí
indignación.
-Claro que lo eres… sólo que…- bajó un
poco la mirada y se sonrojó –Cuando comenzaste a crecer, en todos los aspectos,
yo… ya no te veía de la misma forma y me sentía un poco culpable.
-¿Por qué?
-Por muchas cosas… es decir, como un
hombre que gusta de las mujeres, comencé a notar lo atractiva que eres
físicamente y, cuando comenzamos a conocernos un poco más, supe que tenías el
vigor de la juventud sesentera. Es por ello que te digo que no eres menos
interesante.
-Creí por mucho tiempo que te era
indiferente… es decir, sabía que te agradaba por ser buenos conocidos, pero
jamás pensé que tú tuvieras ese concepto sobre mí.
-Intenté ser siempre lo más discreto
posible en cuanto a ti. Sabía que me tenías confianza y no pensaba aprovecharme
de eso y quise respetarlo siempre, tanto como a ti. Además de ser, como dices,
buenos conocidos.-
Ambos estábamos sentados en su cómodo
sofá, muy cerca el uno del otro, jugando con las copas y observándonos con
detenimiento y apreciación.
-Vaya…-expresé pensativa –nunca lo noté,
sólo ese día en el que fuiste a cenar a mi casa…
-Te sorprenderías…-respondió riendo
-¿Por qué?
-Recuerdo exactamente el día en el que
admití, para mí mismo- contaba riendo- que me resultabas indudablemente
atractiva.
-¿De verdad?- pregunté
-Sí, fue en el ’66. Recuerdo que por
esas fechas estabas en constante movimiento entre USA e Inglaterra por
cuestiones laborales, ya sabes, reportajes y esas cosas; tus ausencias eran
constantes por lo cual, cuando se me notificó que habías visitado los estudios,
me entusiasmó.
Ese día yo estaba trabajando en una
canción de los Kinks: “Strange effect”; ellos la habían grabado en Estados
Unidos pero el resultado final no les agradó, por eso recurrieron a mí.
-Excelente idea- comenté
-Según mi memoria, entraste a la cabina
con plena confianza pensando que los Beatles estarían ahí, pero no era así… lo
cual te provocó un fuerte sonrojo.
-¡Sí! Lo recuerdo… quedé como estúpida-
dije riendo y sonrojándome al recordarlo. – Pero afortunadamente no lo tomaron
mal.
-No tenía consciencia de lo popular que
eras entre las grandes bandas y personalidades del momento, hasta ese día que
les vi a todos saludarte efusivamente y abordándote de inmediato; yo sólo
observaba de lejos y cuando me viste te dirigiste hacia mí, abriéndote paso
entre los demás.
-Encontrarme contigo siempre era
emocionante para mí… pero ¿qué pasó realmente ese día tan ordinario para que
cambiara tu forma de verme?
-El volver a verte. Tenía mucho tiempo
de no hacerlo y seguía pensando que me encontraría con una joven inquieta… pero
fue lo contrario. Primero, lo que mencioné, que ya eras una persona conocida y
respetada en la industria mediática, y lo demás vino cuando te observé con
detenimiento: lucías distinta, más madura. Entonces caminaste hacia a mí
llevando tu cabello largo y suelto, una minifalda y tus botas “a go-gó”.
-Esas botas deberían considerarse
patrimonio cultural de la humanidad- bromee
-Y las minifaldas- agregó riendo
–Entonces me sonreíste, me saludaste como nunca antes: besando mis mejillas y con
un amable abrazo.
-George… no tienes ni idea de lo mucho
que tuve que armarme de valor para lograrlo.
-¿Por qué?
-¿En serio lo preguntas? Por tratarse de
ti…- Él sonrió.
-Volviendo al tema… ambos caminamos a la
cabina de control donde permanecimos hasta el fondo viendo a los chicos
trabajar. Así mientras ellos cantaban, tú estabas recargada sobre una mesa,
observándolos con atención y moviendo ligeramente tu cuerpo al ritmo de la
música; mientras tanto, yo te observaba de pies a cabeza con detenimiento
mientras escuchaba “You’ve got strange effect on me and I like it” y lo
disfrutaba tanto porque, aunque el “extraño efecto” de la canción abordaba a
algo distinto, era algo que estabas provocando en mí. Fue cuando supe que las
cosas cambiarían y tenía que comportarme aún más, como un caballero contigo.
-Eso explica por qué en aquel entonces
escuchabas tanto esa canción- respondí sonriente -¡Y jamás imaginé que se debía
a mí!... Dios, esto es asombroso.
-¿Y qué hay de ti?- preguntó sacándome
de la fascinación -¿No hay algo que quieras decirme o contarme?- preguntó
sonriendo coquetamente. Yo me acomodé sobre mis rodillas y me acerqué más a él
para clavar mi mirada en la suya.
-George… no me digas que no lo sabes
-Por favor…- pidió acariciando mi
mejilla.
-George, a decir verdad las cosas
contigo fueron totalmente diferentes, el “crush” fue casi instantáneo, pero
obviamente me sentía intimidada por tu imagen tan pulcra y madura. Incluso
cuando comencé a madurar lo tenía como algo imposible; estar cerca de ti me
hacía sentir nerviosa, incluso muchas veces pensé que podías percatarte de cómo
me era difícil dejar de verte. Pero me gustaba sentir esa adrenalina y siempre
significó para mí un placer el estar cerca de ti.
-Admito que en ocasiones notaba tus
nervios, pero pensaba que se debía a que eres un poco tímida a veces. Ahora que
me confiesas la razón… me siento halagado.
-Jamás creí que el sentimiento fuera
recíproco… hasta esa noche que me acompañaste a casa y rompimos toda distancia,
nos sinceramos sin palabras y creí que al final sucedería lo que por mucho
tiempo esperé pero… no fue así.- conté sin observarlo.
-Lo lamento y sé que posiblemente te
hice pensar cosas que no eran ciertas.
-Pensé que tal vez yo había llevado todo
a ese punto…
-María… ambos somos adultos y fui
voluntariamente hasta tu casa, no fue algo que iniciaras tú.
-¿Por qué…?
-Si me detuve fue porque… estabas
terminando una relación y no quería que mi genuina cortesía y actitud servicial
se mal interpretaran con una acción propia del “hacer cosas buenas que parecen
malas”
-¿De qué hablas?
-No quería parecer un sujeto que te
abordaba al saber que terminabas tu relación y mucho menos un hombre que se
aprovecha de la vulnerabilidad emocional de una mujer en tales ocasiones.-
Aclaró tan serio como pudo.
-George… jamás pensaría eso de ti,
créeme que eres uno de los pocos hombres con los que no tengo temores.
-No soy perfecto, María…
-Lo sé- dije pensando en Judy y el rumor
de su “affair”
-Y… también hubo otra razón que me
detuvo…
-¿Cuál?
-Bueno… yo… honestamente me plantee la
idea, de lo absurdo que era en ese momento creer que una chica tan joven y
guapa como tú podría…
-¿Es… en serio George?- pregunté
asombrada -¿Cómo demonios es que tú llegaste siquiera a plantearte esa
pregunta? ¡Es totalmente absurdo!
-Para un hombre que te sabía asediada
por los músicos más populares y “galanes” del momento, créeme que no- decía
sonriendo y terminando su copa de vino.
-Pero George…- me levanté abruptamente
-¡Se trata de ti! ¡Mi más grande Crush!- grité y él soltó unas risitas
divertidas por mi reacción.
-Te recuerdo que en ese momento no lo
sabía
-¿Pero es que no me viste dispuesta a…?
A…- no pude concluir -¿No notaste mi interés?
-Sí, pero pensé que era por el alcohol-
él seguía inventando justificaciones desde la comodidad de su lugar mientras yo
caminaba como león enjaulado frente a él.
-Arruinaste una excelente oportunidad-
le reclamé
-¿No dicen que hay tres? Esos son
errores que pueden remediarse, María- contestó seguro de sí mismo y yo me quedé
en silencio, observando su vanidad y coquetería.
-¿Sabes qué? Tienes razón…- tomé
confianza y caminé hasta él, sentándome sobre sus piernas, pasando uno de mis
brazos sobre sus hombros para abrazarme a su cuello ligeramente. Él estaba un
poco perplejo y sonrojado.
-¿Qué intentas…?
-Shhhh- coloqué mi índice sobre sus
labios para posteriormente acercarme con cautela hasta sus labios, acariciando
delicadamente su rostro.
Dicho beso fue lento y apasionado,
conmigo abrazada a su cuello y él tomándome por la cintura, acercándome con
fuerza a su cuerpo cuanto le fuera posible.
-María…- apenas pudo decir mi nombre
–Sería para mí un placer el tenerte en mi casa lo que resta de la noche.- decía
con una voz suave y baja.
-Acepto encantada- y volví a besarlo.
-¿No rompe tus planes?- preguntó
divertido
-Mi único plan es quebrantar toda regla
en tu casa… incluida tu caballerosidad.- respondí clavando mi mirada en la suya
haciendo que ladeara una sonrisa.
-María… tú puedes hacer de mí lo que
desees…
-¿Y tú que deseas?
-A ti.- fue breve. Observó mi cuerpo
completamente, yo usaba un vestido “mini” con un patrón floral en color
amarillo opaco.
-¿Te gusta?- pregunté sonriente
-Me encanta- respondió observando mis
piernas, hasta devolverme la mirada –Pero me encantaría aún más deshacerme de
él.
-¿Y qué te detiene?-
Ahora él me besaba de una manera
diferente, devorando mis labios y acariciando mis piernas, mis muslos y yo ya
desabotonaba el cuello de su playera como señal irrefutable de que era hora de
concluir aquel asunto que dejamos pendiente tras varios años.
Su teléfono sonó pero me levanté a prisa
para desconectarlo, no estaba dispuesta a ser interrumpida por absolutamente
nadie. Él entre risas se acercó por detrás y lo siguiente que hizo fue cargarme
como los recién casados lo hacen; ambos reímos y así me llevó hasta su
habitación. En el breve camino nos besábamos y no ocultábamos la alegría y
satisfacción que nos causaba.
Me recostó sobre su cama y comenzó a
desabotonar mi vestido con sumo cuidado y, conforme iba descubriendo mi cuerpo
se sonrojaba más y más mientras lo apreciaba. Se detuvo un momento y mirándome
a los ojos preguntó.
-¿En serio no te molesta que un hombre
de mi edad…?
-No lo arruines, además, me encanta la
diferencia de edades y por favor… no te pongas psicoanalítico- ambos reímos y
optó por besarme una vez más.
Una vez despojada de mi vestido suspiró
y me besó nuevamente, recorriendo con el dulce tacto de sus labios mi cuerpo;
entonces a manera de broma comencé a cantar “Strange effect” y él rió junto
conmigo. Me levanté y me senté en sus piernas quedando frente a frente.
-Creo que sería más apropiado si también
me pongo cómodo- dijo sonriente ya que era la única de los dos que se
encontraba en prendas íntimas.
-Espera un poco… sólo quisiera disfrutarlo
un momento más- dije mirándolo con fascinación mientras mi cabeza cumplía una
extraña fantasía de tener al elegante George Martín con su outfit pulcro a mi
completa merced.
Entonces comencé a deshacerme de su
playera, su reloj, sus calcetas y al último su pantalón; para ello tenía
mejores planes, así estando en cuclillas, él me observaba cómodamente sentado en su cama
conmigo frente a él, a la altura de sus rodillas. Lo único que hice fue
sonreírle, él acarició y mi rostro y me encontré con su “masculinidad”.
-María…- apenas suspiró. Tomaba mi
cabello y acariciaba mi rostro mientras su otra mano se aferraba al filo de la
cama. Cuando volví a mirarlo él estaba totalmente sonrojado, tomó mi mano y me
ayudó a levantarme; nos besamos profundamente y me recostó sobre su cama.
Volvió a besar todo mi cuerpo. Todo.
Lentamente avanzaba cuidando que toda mi piel se erizara por igual hasta
encontrarse con la divina flor de sus deseos para devorarla y elevar nuestros
sentidos a otro nivel.
Cuando estuvimos recostados frente a
frente me dijo que deseaba enseñarme “la importancia de la paciencia” y besó
las palmas de mis manos, mi frente, mi cuello y mis labios; nos fundimos en un
cálido abrazo donde nuestras pieles ardían por el fervor de nuestra sangre corriendo
velozmente por debajo de ellas. El temblor de nuestros cuerpos y la evidencia
de la excitación.
Y en efecto, tal y como había dicho:
había cosas que los jóvenes no podían dar. Y esa noche lo descubrí, no quería
irme jamás de ahí.
Descubrí la fascinación que sentía por mi cuerpo al no
dejar de acariciarlo, pero también me miraba con plena dulzura; por mi parte me
enfocaba en zonas de mi interés y no desaproveché la oportunidad de morder
tenuemente sus labios. Me encantaba su sonrojo por ser diferente a otros debido
a la ocasión.
-¿Sigues pensando que me disgusta tu
edad?- pregunté divertida
-Admito que me equivoqué.
-Sé que te gusto… por ser joven
-Me gustas por ser tú, María. Freda es
dos años más joven que tú y mi interés nunca ha sido el mismo.
-Ahora me siento vieja
-Pues así me encantas- volvió a besarme
y continuamos con los juegos previos que comenzaban a tener mayor intensidad y
rompían más barreras en cuanto a contacto se refiere.
-Estoy lista- le dije, pues no quería
demorar más.
-De acuerdo- él pretendió acomodarse de
tal manera en que su cuerpo estuviera sobre él mío pero lo detuve.
-Así no es cómo funcionan las cosas,
George…- reí y él hizo una mueca de confusión.
Toqué su pecho para recostarlo, él
estaba cómodo y sonrió ampliamente cuando leyó mis intenciones.
-Espero no herir tu vanidad…
-En absoluto, estoy encantado. Te he
dicho que los jóvenes no pueden ofrecer algunas cosas.
-Pero hay otras que sí… y te lo voy a
demostrar.- completé con absoluta coquetería y él soltó unas risitas.
Con mi cuerpo sobre el suyo dimos inicio
a lo que se convertiría en una noche maratónica de liberación al deseo
reprimido y era maravilloso; él fue honesto cuando me dijo que podía “hacer con
él lo que deseara” y en mi vida había experimentado algo similar.
Escucharlo disfrutar, sentir sus manos
tomándome con fuerza y presionando algunas parte de mi cuerpo, fueron el plus
para que ambos no quisiéramos perder ni un poco el tiempo que teníamos. Me
deleitaba con su vaivén y él con mi “vigor juvenil”; le encantaba posar sus
manos en mi cintura cuando me encontraba sobre su cuerpo y yo me tomaba del
respaldo de su cama y de vez en cuando lo veía disfrutando de mi cuerpo o bien,
cerrando un poco los ojos mientras su boca estaba entreabierta.
Finalmente nuestros cuerpos expulsaron
cuanta energía pudieron y liberaron toda tensión sexual entre ambos, terminando
con un par de personas agitadas. Compartimos un abrazo profundo y prolongado,
él besaba mis hombros y clavículas mientras yo me enfocaba en su cuello y sus
mejillas. Permanecimos así por tiempo indefinido pero necesitábamos un poco más
de oxígeno.
-Espera…- murmuré
-¿Te estoy…?
-No, sólo quiero… ¿te molestaría…
quedarte sólo un momento más… ahí?
-¿En…? Oh… entiendo, entiendo- contestó
en voz baja, besando mis mejillas y abrazándome de nuevo y yo disfrutaba cuánto
podía de su cuerpo y su pálida piel.
Decidimos recostarnos y permanecer
frente a frente, perdiéndonos en el idilio del momento y nuestras miradas.
George acariciaba mi rostro y yo peiné un poco su rubia cabellera haciéndolo
sonreír. Me recargué en su pecho y suspiré, él acariciaba mi cabello y besó mi
coronilla.
-Algo tuve que haber hecho bien para
merecer esto- dijo de la nada
-¿Hacer grandes a los Beatles te parece
poco?- y ambos reímos –George, no es gran ciencia ni cosa del karma: ambos nos
gustamos y es todo.
-No quiero que la noche se terminé…
-Eso derivaría en ti y en mí siendo
eternos- lo miré
-Entonces seámoslo- respondió sonriente
para hacerme volver a su pecho.
La noche concluyó con ambos dormidos en
su cama, cayendo en un profundo sueño producto del vino y la pasión,
cubriéndonos con las ligeras sábanas.
Esa noche olvidamos a los Beatles, su
ruptura, el telegrama y todo lo demás, nos avocamos a disfrutarnos y mi emoción
era tan enorme que sólo pudo expresarse en la limitada sonrisa de mis labios al
sentir mi cuerpo ser rodeado por los brazos de George Martin, el hombre que más
había deseado en mi vida. Aquel pulcro caballero había cedido ante sus
instintos y se había vulnerado frente a mí.
Nada podía perturbar la
maravilla del suceso, ni siquiera el hecho de no saber qué pasaría al
despertar, sólo tenía la certeza de que era una chica con suerte que viviría el
resto de sus días con gran satisfacción.
***
Lo prometido es deuda.
Esta segunda parte habría sido subida más temprano de no ser porque cierto sujetillo estaba ocupando la "lap" y por otras cuestiones.
Miss Roquet, aquí tiene su regalo, te dije que valdría la pena esperar; tal y como lo pediste se dieron como si estuvieran en piñatas jajajaja.
Hay que mencionar que la diferencia de edades entre María y George Martin era de 17 años (cosa de nada); también que al parecer en ese retrato del joven Martin, se especula tenía entre 18 o 19 años y pienso que desde entonces lucía excesivamente atractivo.
La parte donde María le pide a Martin que "permanezca un momento más ahí", estuvo inspirada en una de las líneas de Eva Green en la película "Dreamers", la cual se da después de uno de los encuentros íntimos que su personaje tiene con el personaje de Michael Pitt.
Espero no haber defraudado y que mi fugaz paso por el blog cumpliera su objetivo de entretener, divertir y enloquecer jajaja.
Mis labor ha concluído Miss Roquet, ojalá esto aliviane tu día de primer encuentro con padres de familia jajaja.
Nos vemos en la próxima (si la hay xd)
ASO PUTA MADRE JAJAJAJAJAJAJA WEEEEEEY qué chingona mini historia, los detalles, carajo... ¡Todo! Me gustó mucho la manera en que ambos dejaron de ser por un momento tan "bien portados" y se dieron hasta para llevar, como cómo era merecido. Nunca había visto esa foto de Martin de chavito pero naaaaaah mms estaba súper hot desde el pinches día uno el cabrón 😍😍😍😍🌊🌊🌊🌊🌊🌊.
ResponderEliminarMaría en atrevida porque el don estaba medio renuente, aunque después ni se acordó de la caballerosidad en la etapa "chescos" jajajajaja (you know a qué parte de la historia me refiero).
Hacia el final del relato se vuelve a repetir la historia y por un momento pensé "esta pendeja culera falta que salga con que solo fue un sueño o una mamada así" pero no, al parecer solo se te fue JAJAJAJAJAJAJAJA perdón por putearte en mi mente 🤣🤣🤣🤣🤣🤣🤣.
Muchas gracias Miss F por este regalo chingón que ayuda a mis rutinas de anciana en una semana en la que he estado a punto de morir chingo de veces y de las maneras más pendejas.
Espero con ansias que haya una "próxima" muy pronto (ahoraquierolahistoriaFloydbitch) jajajajajajaja. Forever Gracias ❤️✨