Abbey Road... #649




Salimos y decidimos que tomaríamos el tren que tardaría aproximadamente tres horas en llegar a Londres, continuábamos tan exhaustos pero sin perder el entusiasmo y, pensándolo detenidamente, había sido mi primer viaje con los Beatles en el cual Kate, Delilah y Sofía nos acompañaban. Había sido muy gratificante no escuchar ningún reclamo o discusión de los cuatro fantásticos, de lo contrario todo asunto se habría ido al carajo.
John iba con Delilah y ella dormía recargada en el hombro de Lennon, Paul abrazaba a Sofía y ella reposaba sobre el pecho de su novio, Kate y Ringo iban acurrucados en otro asiento; yo me senté sola casi hasta el final y George se sentó en los asientos que estaban frente a los míos y estaba perdido en el más profundo de los sueños. Lo observé un momento y no podía creer que ese sujetillo delgado y barbado podía llegar, en algunas ocasiones, a perder tanto el control en sí, pero me alegraba verlo repuesto y lejos de volver a caer en la locura.
Al llegar a Londres medio despabilándonos y con el reloj indicando la una y media, cada quien tomó un taxi para ir a su respectivo hogar. George y yo les agradecimos por el soporte y ellos sonrieron y John bromeó diciendo que ahora teníamos con ellos, una deuda de un millón de dólares. Nos despedimos y cada quien partió con su cada cual, sin embargo, de todos, era mi casa la que quedaba más lejos desde el punto donde nos encontrábamos actualmente, o sea la estación del tren.
-Habría traído mi auto, pero por viajar con ustedes el Aston se quedó en casa de mis padres- comentó George sonriendo y caminando a mi lado.
-Es verdad, tendremos que compartir taxi si no te molesta...
-Mi casa queda más cerca que la tuya...
-¿Y eso significa que...?
-Viajarás sola y me sentiría culpable al no haberte acompañado hasta allá. ¿Por qué no...?- dudaba él mirando hacia el suelo.
-¿Sí?
-... Vas a mi casa y pasas la noche ahí, hay mucho espacio y no hay nadie más ahí.-terminó casi atropelladamente, me quedé pensando un poco en si debía hacerlo o no, pero mi cansancio era tanto que estaba segura que podría quedarme dormida a mitad de camino en el taxi, sin saber qué pasaba mientras lo hacía.
-Está bien, vayamos a tu casa- contesté sonriente y él pese a sorprenderse por aceptar su invitación, sonrió tímidamente y abordamos un taxi. Pasaríamos la noche en la casa donde vivimos juntos mientras fuimos novios, íbamos en silencio y escuchábamos la radio del taxi que le daba indicaciones de las rutas y también el auto estéreo estaba encendido y con aquel bajo volumen, pudimos identificar “Crimson and clover” en la versión de Tommy James & the Shondells. Recargada en la ventanilla veía las luces de la ciudad, las calles no tan solitarias, con sus personajes nocturnos tanto de faldas cortas y plataformas, como los de abrigos grandes y ostentosos; el suelo estaba húmedo porque al parecer había llovido y el clima se sentía fresco, mas no frío. Me sentía tranquila de volver.
Cuando llegamos a casa de George el taxista nos ayudó a bajar nuestras cosas, le pagamos y me sentía completamente fuera de lugar al entrar a esa casa de nueva cuenta, los gatos de George, como siempre, se dejaban caer en mi pies y él tenía que ahuyentarlos; entramos, encendió las luces y vaya que daba una sensación de soledad aquel lugar. Me dijo que podía dormir en el estudio, preguntándome antes si no había algún problema a lo que contesté que no.
Tomó sábanas, fundas y un edredón del armario que aprendió a acomodar tal y como yo quería cuando vivía con él, por lo que ver que había adoptado aquel hábito, casi me hace reír. Extendió un sofá cama que se encontraba en el que una vez fue mi estudio de pintura, acomodó las sábanas y lo demás y después de haberme cambiado y aseado fui a dormir; antes George se despidió diciendo “Mi casa es tu casa” y ambos reímos.
Fue una noche bastante tranquila, dormí profundamente delatando mi cansancio, pese a eso, dadas las seis de la mañana tuve la necesidad de ir al baño, al salir me tomé el atrevimiento de recorrer la casa que antes habité, entre divertida y un poco desencajada fui a la cocina por un poco de agua y en vista de que ya no podría dormir, decidí bañarme.
Al salir fui a mi habitación a cambiarme y mientras lo hacía escuché a George levantarse y dirigirse también hacia el baño, yo puse la pequeña radio despertador que estaba en una de las pequeñas mesas de la habitación y cepillé mi cabello, me senté sobre la cama y me quedé observando la enorme ventana que daba vista a una parte del patio; las demás ventanas, no menos grandes, estaban cerradas por las cortinas blancas y largas que llegaban hasta el suelo.
-¿Puedo entrar?- tocaba George la puerta, me levanté y abrí.
-Claro, pasa- él entró y cerró la puerta, me senté en la cama y él hizo lo mismo.
-Sólo tú eres la única capaz de despertarse a las seis de la mañana después de haber tenido jornadas tan ajetreadas- decía sonriente.
-No tengo idea de qué me hizo levantarme a esa hora.
-Creo que extrañaré este sitio- decía George recostándose un poco y hablando obviamente de su casa.
-Te creo, yo también lo extrañé en su momento.
-Supongo que es un sentimiento normal.
-Bastante normal.- ambos nos miramos y sonreímos, de pronto mi mirada se centró en los objetos que estaban sobre la mesa que estaba junto a la cama, hice un gesto de rareza a lo que George volteó y miró hacia donde yo.
-¿Qué sucede?
-Esos son mis... ¿pínceles?- pregunté al ver dentro de una lata los pínceles que usaba para pintar en ese estudio.
-Sí, los dejaste aquí cuando te fuiste- respondió George sentándose y tomándolos para mostrármelos. Los tomé de sus manos y me quedé observándolos.
-Están limpios, me sorprende que estén en buen estado- dije realmente extrañada.
-Sí... yo los lavé y los guardé porque... pensé que volverías y quizá los necesitarías.-Lo miré de inmediato y él desvió la mirada –Comprende que en aquel entonces, pese haber sido un imbécil, guardaba la esperanza de que volverías a casa conmigo.- Al notar que era incómodo el tema para él, hice una última mueca levantando las cejas, suspiré y miré hacia donde él, que era la ventana. Ambos nos quedamos en silencio.
-No te preocupes George, pienso que es algo normal. Gracias por conservarlos en buen estado, los llevaré a casa.
-¿Qué hora es?- preguntó él
-Son casi las siete, además el sol comienza a asomarse ¿ves?- señalé hacia la ventana que dibujaba un tenue color anaranjado.
-¿Ahora me dirás que sabes la hora precisa del amanecer?- quiso molestarme.
-No tonto, es por lógica, mira, se comienza a intensificar el color, lo cual indica que está por iluminarse el cielo muy pronto...
-Sí, lo veo...-ambos miramos de nuevo hacia la ventana y poco a poco percibimos cómo la oscuridad nos abandonaba para iluminar esa habitación.
-¿Ves? Ya se acerca... ya casi... y ahí viene el sol- dije sonriente y pronto el sol se posó indicando que la mañana sería cálida.
-Ahí viene el sol- repitió George sonriendo, ambos suspiramos por la calma que sentíamos. Apagué la radio y nos quedamos en silencio contemplando su patio.
-Bien George, agradezco tu amabilidad, permíteme levantar el sofá para poder irme- ambos nos levantamos, quitamos las sábanas, las fundas, las almohadas, el edredón, levantamos el sofá y acomodamos las cosas en el armario.
-Deberías desayunar algo, aunque sea fruta y... pan- dijo intentando recordar qué tenía en su cocina.
-No quisiera causarte más molestias George...
-No será ninguna. Al menos permíteme prepararte un té.
-De acuerdo- ambos fuimos hasta su cocina, preparó té, platicábamos de lo que leíamos en el periódico donde estábamos todos en primera plana y después degustamos la bebida; comimos pan y fruta y platicamos un poco más. Me comentó que al parecer ya tenían fecha de grabación, le pregunté cuál sería el nombre del siguiente álbum y dijo que aún no sabían, que entre las propuestas estaba “Everest”, pregunté a qué se debía y George contestó: “Las idioteces de McCartney”. Ambos reímos y le pedí que hicieran lo posible por no volver a discutir.
Una vez terminando el asunto, tomé mis cosas, salí de su casa y tomé un taxi para ir a mi casa. Cuando llegué revisé el correo y no había grandes novedades, puse la ropa que llevé a Liverpool a lavar, revisé la contestadora y David me había dejado un mensaje: habían vuelto por un breve tiempo pero tuvieron que salir a una nueva presentación y llegarían a Londres al día siguiente. Fui al trabajo y las chicas y yo continuamos con los planes de boda de Kate, hasta el momento teníamos listas las invitaciones, los arreglos, el servicio de mesas, manteles y meseros reservados y estábamos por contratar el de banquetes; a la lista de asesoras se nos unió Jean Shrimpton que era mejor amiga de Kate.
Jean ya había arreglado el asunto del diseño y costura de las damas de honor, lista que nos incluía a Delilah, Sofía y a mí, además de Twiggy y Sharon Tate. Donovan se encargaría de musicalizar la ceremonia de la unión y Ringo tenía planeada una sorpresa que incluía un coro de góspel.

"Here comes the sun"...🎵 
Ya nos acercamos a los últimos capítulos de la historia, noticia que estoy dando desde 1846 jajajaja. Disfruten las publicaciones, es de lo que se trata. 
Gracias por sus comentarios ❤

Comentarios

  1. 😭😭😭😭😭 qué bonito verlos tan adultos y en serios. Me Dio un poco de risa esa foto de George...se ve muy cagado. Here comes the sun nació gracias a María asi que dale los derechos de autor, perro. Qué emoción la boda de Kate, que por un momento se me olvidó jajajajaja.

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  2. En esa foto George parece yisus 😂😂😂

    Aeee hijaaa que bonito capítulo, y el anterior también pero este estuvo bien bonito por lo del yorch y María 😍😍

    Que triste que ya está en las últimas :'( pero ya quiero leer ese final ♡

    Me voy a dormir hija mañana leo la de los Gallagher :* te quieramo

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